Juegos Sexuales - El Arte de la Sexualidad Tántrica.-

Juegos Sexuales – Capítulo del El Arte de la Sexualidad Tántrica (ver Libro Erótico)

En una relación normal, los juegos o preámbulos suelen    ser       limitados             al      grado         de excitación. Generalmente se usan  como un mero trámite para acceder al coito. Los besos y las caricias simples son loss utilizados en la embriaguez del placer.

Cuando  discernimos  la  sexualidad  de  manera consciente,  o  queremos  alcanzar  mayor  placer,  o mayor  comunicación  a  través  del  sexo que no se limite a un placer fugaz, es cuando los juegos sexuales toman  un  realce  importante  e  imprescindible.  Es cuando entra en juego " ars amandis". El Arte o la cultura del amor.

Al contrario de la fama que se le adjudica a este arte  o  cultura,  no  todos se reducen siempre a un conjunto de medios y de técnicas por mera lujuria. Fue en la antigüedad, ( todavía lo conocen ciertos pueblos orientales ) donde encontró su apogeo estas artes.

De todos es conocida la existencia de mujeres maestras o conocedoras de esas artes a las que se estimaba y respetaba igual que aquellos que conocían otros formas de arte y sabían aplicarlas.

En la Grecia antigua las hetairas eran tenidas en alta  estima  por  hombres  como  Pericles,  Fidias  o Alcibíades. Solón hizo erigir un templo a la diosa de la " Prostitución" y lo mismo ocurrió en Roma, no sin relación con ciertas formas de culto a Venus. Y no podemos olvidarnos de Japón, donde la práctica de algunas artes amatorias, toman el calificativo de iniciáticas.

Tanto el Tantrismo, el Taoísmo, Las practicas sexuales   Arabes   y   su   simbología   hermética,   el hinduismo, etc... hacen hincapié en el aliento y la armonización de ambas respiraciones hasta alcanzar una  sincronización.  Otro  rasgo  importante  es  la desnudez absoluta de ambos.

Los    mejores    resultados    los    dan    aquellas prácticas,  en  donde  se  concentran  el  deseo,  la atracción sexual, el erotismo, la pasión y la ternura. Son estados fáciles de alcanzar, si nos dejamos las prisas a un lado y disfrutamos de cada momento. Cuando conseguimos llegar a ese estado, el roce de los dedos en cualquier parte de la piel da un placer mas intenso que las caricias en zonas erógenas por todos conocidas.

Pero  si  se  quiere  utilizar  el  sexo  de  manera iniciática, hay que considerar muchos aspectos.

En  las  practicas  sexuales  tántricas,  el  principio fundamental de las enseñanzas secretas, tanto si es común a la corriente tántrica hindú o a la budista ( la segunda         corresponde al denominado Vajrayâna), es trasformar el tóxico en fármaco o "néctar", es usar con vistas a la liberación las mismas fuerzas que han conducido  o  pueden  conducir  a  la  caída  y  a  la perdición. Otro principio tántrico es que no se dice que "fruición" y "liberación" se excluyan necesariamente una a otra, como en las perspectivas de las escuelas ascéticas. Como fin se propone aquí realizar una y otra cosa al mismo tiempo, ser capaz de alimentar la pasión y el deseo y al mismo tiempo mantenerse libre.


En  la  práctica  el  punto  de  partida,  es  la capacidad de una particular sensación o percepción de  la  naturaleza,  y  la  evocación  de  la  desnudez femenina. Para estas escuelas , toda mujer encarna a Shakti o a  Prakritî  ; una mujer desnuda, expresa ritualmente la misma fuerza           en        estadpuro, elemental, primario, no ligado a una forma, no oculto en la individualización; al quitarse la ropa es como si la mujer ofreciese a las miradas esa esencialidad.

Y estos pequeñisimos apuntes en el concierto extensísimo de las enseñanzas tántricas

Eugenia de Franvall del Marques de Sade

Introducción de la obra Eugenia de Franvall del Marques de Sade

El único motivo que nos mueve a escribir esta historia es la instrucción de la humanidad y el mejoramiento de su modo de vida. Es de desear que todos los lectores descubran el enorme peligro que siempre corren aquellos que hacen lo que quieren para satisfacer sus deseos. Que puedan convencerse que la buena crianza, las riquezas, el talento y las dotes naturales sólo sirven para desviar al individuo cuando la limitación, la buena conducta, la sabiduría y la modestia no están allí para sostenerlos o utilizarlos de la mejor manera: éstas son las verdades que vamos a llevar a la acción. Que no sean perdonados los detalles poco naturales del horrible delito que nos veremos obligados a relatar; ¿acaso es posible que estas desviaciones sean detestables si uno tiene la valentía de presentarlas abiertamente?

Es raro que en un mismo ser todo armonice para conducirlo a la prosperidad; si ha sido favorecido por la naturaleza, la fortuna le niega sus dones; si la fortuna es liberal con sus favores, la naturaleza lo trata mal; pareciera que la mano del Cielo deseara mostrarnos que en cada individuo, como en sus acciones más sublimes, las leyes del equilibrio son las primeras del Universo, las que simultáneamente regulan todo lo que pasa, todo lo que vegeta y respira.

Franval, que vivía en París, donde había nacido, poseía, además de una renta de 400.000  libras,  la  más  hermosa  figura,  el  rostro más agradable y los más variados talentos; pero por debajo de este exterior atractivo yacían ocultos todos los vicios, y lamentablemente   aquellos   cuya   adopción   e   indulgencia   habitual   conducen   tan rápidamente al delito. La imaginación más libre que nadie pudiera detallar era el primer defecto de Franval; hombres de su calidad no se enmiendan, la declinación del poder los empeora; cuanto menos puedan hacer, tanto más emprenden; cuanto menos logran, tanto más inventan; cada edad acarrea nuevas ideas, y la saciedad, lejos de enfriar su ardor, sólo prepara el camino para refinamientos más fatales.

Como decíamos, Franval poseía en cantidad todas las amenidades de la juventud, todos los talentos que la realzan, pero puesto que mostraba el mayor desdén por las obligaciones morales y religiosas, fue imposible que sus tutores le hicieran adoptar ninguno de ellos.

En un siglo en que los libros más peligrosos están en manos de los niños como en las  de  sus  padres  y  maestros,  cuando  la  temeridad  de  la  contumacia  se  considera filosofía, la falta de creencia, fortaleza y la licencia, imaginación, el ingenio del joven Franval era recibido con risa, poco después se lo reprendía por el mismo, y finalmente se lo elogiaba. El padre de Franval, gran partidario del ergotismo de moda, era el primero en  impulsar  a  su  hijo  para  que  pensara  seriamente  en  estos  asuntos;  él  mismo  le facilitaba todos los trabajos que pudieran corromperlo más rápidamente; ¿qué maestro hubiera osado, después de esto, inculcarle principios diferentes a los de la casa donde estaba obligarlo a agradar?

Pero Franval perdió a sus padres cuando todavía era muy joven, y a la edad de diecinueve  años  un  viejo  tío,  quien  murió  poco  después,  le  asignó  al  arreglar  su casamiento, todas las posesiones que algún día iban a pertenecerle.

Introducción de la obra Eugenia de Franvall del Marques de Sade

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Las 120 Jornadas de Sodoma

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Las 120 Jornadas de Sodoma, del Marques de Sade.

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Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lolita: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.
¿Tuvo Lolita una precursora? Por cierto que la tuvo. En verdad, Lolita no pudo existir para si un verano no hubiese amado a otra... «En un principado junto al mar.» ¿Cuándo? Tantos años antes de que naciera Lolita como tenía yo ese verano. Siempre puede uno contar con un asesino para una prosa fantástica.
Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que envidiaron los serafines de Poe, los errados, simples serafines de nobles alas. Mirad esta maraña de espinas.
Extraído de Lolita – primera parte. DESCARGAR.

Lolita - de Vladimir Nabokov

Prólogo del Libro por John Ray 1955.

Lolita o las Confesiones de un viudo de raza blanca: tales eran los dos títulos con los cuales el autor de esta nota recibió las extrañas páginas que prologa. «Humbert Humbert», su autor, había muerto de trombosis coronaria, en la prisión, el 16 de noviembre de 1952, pocos días antes de que se fijara el comienzo de su proceso. Su abogado, mi buen amigo y pariente Clarence Choate Clark, Esquire, que pertenece ahora al foro del distrito de Columbia, me pidió que  publicara  el  manuscrito  apoyando  su  demanda  en  una  cláusula  del testamento de su cliente que daba a mi eminente primo facultades para obrar según su propio criterio en cuanto se relacionara con la publicación de Lolita. Es posible que la decisión de Clark se debiera al hecho de que el editor elegido acabara de obtener el Premio Polingo por una modesta obra (¿Tienen sentido los sentidos?) donde se discuten ciertas perversiones y estados morbosos.

Mi tarea resultó más simple de lo que ambos habíamos supuesto. Salvo la corrección de algunos solecismos y la cuidadosa supresión de unos pocos y tenaces detalles que, a pesar de los esfuerzos de «H. H.», aún subsistían en su texto como señales y lápidas (indicadoras de lugares o personas que el gusto habría debido evitar y  la  compasión suprimir), estas notables Memorias se presentan intactas. El curioso apellido de su autor es invención suya y, desde luego, esa scara –a través de la cual parecen brillar dos ojos hipnóticos no se ha levantado, de acuerdo con los deseos de su portador. Mientras que «Haze» sólo rima con el verdadero apellido de la heroína, su nombre está demasiado implicado en la trama íntima del libro para que nos hayamos permitido alterarlo; por lo demás, como advertirá el propio lector, no había necesidad de hacerlo. El curioso puede encontrar referencias al crimen de «H. H.» en los periódicos de septiembre de 1952; la causa y el prosito del crimen se habrían mantenido en un misterio absoluto de no haber permitido el autor que estas Memorias fueran a dar bajo la luz de mi lámpara.

En provecho de lectores anticuados que desean rastrear los destinos de las personas más allá de la historia real; pueden suministrarse unos pocos detalles recibidos del señor Windmuller, de Ramsdale, que desea ocultar su identidad para que «las largas sombras de esta historia dolorosa y sórdida» no lleguen hasta la comunidad a la cual está orgulloso de pertenecer. Su hija, Louise, está ahora en las aulas de un colegio: Mona Dahl estudia en París. Rita se ha casado recientemente con el dueño de un hotel de Florida. La señora de Richard F. Schiller murió al dar a luz a un niño que nació muerto, en la Navidad de 1952, en Gray Star, un establecimiento del lejano noroeste. Vivian Darkbloom es autora de una biografía, Mi réplica, que se publicará próximamente. Los críticos que han examinado el manuscrito lo declaran su mejor libro. Los cuidadores de los diversos cementerios mencionados informan que no se ven fantasmas por ningún lado.

Considerada  sencillamente  como  novela erótica,  Lolita  presenta  situaciones  y emociones  que  el  lector  encontraría  exasperantes  por  su  vaguedad  si  su expresión se hubiese diluido mediante insípidas evasivas. Por cierto que no se hallará en todo el libro un solo término obsceno; en verdad, el robusto filisteo a quien las convenciones modernas persuaden de que acepte sin escrúpulos una profusa ornamentación de palabras de cuatro letras en cualquier novela trivial, sentirá no poco asombro al comprobar que aquí están ausentes. Pero si, para alivio de esos paradójicos mojigatos, algún editor intentara disimular o suprimir escenas que cierto tipo de mentalidad llamaría «afrodisíaca (ase en este sentido la documental resolución sentenciada el 6 de diciembre de 1933 por el Honorable John M. Woolsey con respecto a otro libro, considerablemente más explícito), habría que desistir por complet